Fuente: Libro Meditación para tiempos difíciles, Cardenal Pironio, Editora Patria Grande, 1975
En tiempos difíciles y con corazón de pastor, Monseñor Pironio nos regaló estos consejos
Cuando pasan ciertas cosas, en la Iglesia y en el mundo, es lógico que nos preocupemos y suframos. Al menos nosotros no las habíamos vivido así tan agudamente y nos parece absurdo que sucedan después de veinte siglos de cristianismo. Parece incluso como si la misma vida de los cristianos fuera perdiendo su eficacia evangélica y dejara de ser «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-16).
Los hombres se matan entre hermanos. Abundan los secuestros y las muertes, los odios, la persecución y la violencia. Todo esto engendra miedo y desconfianza, angustia, tristeza y pesimismo. ¿Por qué suceden estas cosas? ¿No habrá alguien que pueda arrancarnos de la tentación de la violencia y de la paralizante sensación de miedo?
Indudablemente vivimos tiempos difíciles. Es inútil lamentarlo. Más inútil todavía, y más desastroso, querer ignorarlo como si todo marchara bien, o dejarse definitivamente aplastar como si nada pudiera superarse.
Cuando en el interior de todo esto –lo sabemos infaliblemente por la fe– está Dios conduciendo la historia, está Cristo presidiendo su Iglesia, está el Espíritu Santo engendrando en el dolor los tiempos nuevos para la creación definitiva. Aunque cueste creerlo, es irreversiblemente cierto
La Carta Magna de Jesús para vencer los tiempos difíciles es el Sermón de la Montaña. El momento cumbre es su muerte en la cruz y su resurrección. Su exhortación principal es la llamada al amor universal, al espíritu de las bienaventuranzas y a la fecundidad de la cruz. Así Jesús nos abre el camino para vivir con amor y gratitud los tiempos difíciles y convertirlos en providenciales tiempos de esperanza.
¡Qué necesario, para los tiempos difíciles, es tener seguridad de que Jesús es el Señor de la historia que permanece en su Iglesia hasta el final y que va haciendo con nosotros la ruta hacia el Padre! ¡Qué importante es recordar que precisamente para los tiempos difíciles Dios ha comprometido su presencia! «Id, anunciad el Evangelio a toda la creación. Yo estaré siempre con vosotros hasta el final del mundo»
El Señor siempre anunció tiempos difíciles: para Él y para nosotros. Nunca predijo a sus discípulos tiempos fáciles o cómodos. Al contrario, les exigió una opción muy clara por la pobreza, el amor fraterno y la cruz
Los períodos en que se multiplica la violencia son los más miserables y estériles. Revelan claramente que falta la fuerza del espíritu; por eso se la intenta sustituir con la imposición absurda de la fuerza.
Hoy vivimos tiempos de desencuentro y de violencia. Tiempos, sobre todo, en que cada uno se siente con derecho a hacer justicia por su propia cuenta, porque cree que es el único que posee la verdad absoluta, que es enteramente fiel al Evangelio y el único que lucha por los derechos humanos.
Precisamente es éste, en los tiempos difíciles, uno de los más graves riesgos; creer que uno ha alcanzado ya definitivamente a Cristo.
Otra dificultad sería la conciencia derrotista de que es imposible superarlos.
Por eso hoy es más necesaria que nunca una simple meditación sobre la esperanza. No con ánimo de consolar a los superficiales o adormecer su conciencia, sino con deseos de alentar a los audaces, particularmente a los jóvenes. Es a ellos, sobre todo, a quienes corresponde rescatar la tradición y construir el mundo nuevo en la esperanza. «Jóvenes, os escribo porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros, y vosotros vencisteis al maligno» (1 Jn 2,14).