Desde la tierra de la Virgen de Itatí con alegría, la comunidad de la Parroquia Jesús Misericordioso de Corrientes Capital (Barrio 17 de Agosto) nos comparten una linda noticia que da respuesta a muchas heridas.
Producción: Rafael González y Sandra Gómez, laicos de la comunidad Jesús Misericordioso
El párroco, padre Mario Lezcano, nos invita a todos a ir al encuentro de Jesús en los adictos de su parroquia.
Nos cuenta que vienen trabajando con jóvenes y adolescentes que están en situación de calle y afectados por adicciones. Con estos chicos ya se reunen desde hace 10 años. El trabajo es ambulatorio y hace 3 años se unieron con los curas villeros a nivel nacional y los Hogares de Cristo.
«A los chicos nuestros de Corrientes, como no tenemos Hogar aquí, los derivamos a Buenos Aires. Tenemos más de 60 chicos correntinos que están haciendo su proceso en los hogares de Cristo en Buenos Aires, en La Matanza y otros lugares distribuidos en distintos hogares.

La buena noticia es que dentro de unos días vamos a fundar nuestro propio Hogar de Cristo, en donde vamos a tener, por ahora, una capacidad para 10 chicos para acompañar la primera y la segunda etapa. Las otras etapas del proceso van a estar en Buenos Aires.
Para este trabajo es necesario un equipo antes que la casa. El equipo tiene que estar conformado y tiene que amar a los chicos, amar esta pastoral, que pareciera que es complicado, pero que son ellos mismos los que empiezan después a ayudar a otros.
Nosotros lo que hacemos es acompañar con nuestra presencia, con todo lo que ellos necesitan, pero a la pastoral la terminan haciendo ellos.
De igual manera, nosotros tenemos un equipo de 25 personas que prestan este servicio.
El desafío es tener nuestra propia casa, porque hay situaciones de niños que necesitan un lugar fraterno, una familia donde los acojan, lo acompañen con un abrazo, con estar cerca, Ese es nuestro primer sueño.
Ahora vamos a abrir una casa, en la zona de la capilla San Cayetano, para esta primera etapa. Ese es el desafío, ya tenemos los terrenos, estamos esperando el modo de llegar a construir. Y también animarlos a todos, porque esto sigue creciendo.
Uno que está en esta pastoral se da cuenta que en toda la familia hay un hermano nuestro que está afectado con este problema y que es una enfermedad. No toda la gente entiende que es una enfermedad como cualquier otra. Y una vez que está afectado por esta enfermedad, hay que tratarlo como esa enfermedad que es. Ya no es un problema moral como se lo miraba y se decía:
“Mirá, está robando, mirá, se fue preso. No, es una persona enferma. Y eso tenemos que darnos cuenta como sociedad. La discriminación que ellos, estos enfermos, hermanos nuestros, sufren, es muy, muy grande. Incluso también en la misma familia, En la misma familia, los hermanos, los padres, ya no pueden más. Lo entiendo, pero es un trabajo en equipo donde toda la sociedad tiene que poner lo poco que podemos para ayudar.
Porque hay chicos de muy chicos de edad, que están consumiendo. Chicos de 12 años y algunos de menos ya están consumiendo. Debemos incorporarlos, mirarlos con compasión, rezar, mirar en aquellos lugares donde se pueden armar algún equipo, algún movimiento para ayudar a este tipo de situación”
El Poriahú, el pobre en guaraní, no tiene, pero se arremanga y con el otro hermano comienzan a trabajar juntos. Esto necesitamos trabajar juntos, Hacer algo por los pibes que están en la calle y que están consumiendo esa sustancia.