La Comisión de Salud del Senado Nacional presidida por la senadora Lucía Corpacci, se reunió en la mañana del 3 de septiembre de 2025 en el Salón Arturo Illia para abordar la problemática creciente de la ludopatía. el Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Fernando Barilatti, expuso en la misma
La ludopatía, fenómeno que genera preocupación por su expansión, particularmente entre jóvenes y adolescentes. Especialistas en salud mental, educación y políticas públicas coincidieron en la necesidad de reforzar la prevención y la contención.
Expusieron también, el director de la consultora Bienestar, Digital Facundo Bianco; la presidenta de la Red Nacional de Centros de Estudiantes (RENACE) Guadalupe Fúnez y la presidenta del Capítulo de Juego Patológico de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), psiquiatra y psicoanalista María Cecilia García.

A continuación la exposición de Fernando Barilatti:
En julio de 2024, la Comisión de Pastoral Social publicó el documento “Apostar no es un juego”, elaborado a partir de los aportes de más de cincuenta equipos de pastoral social de todo el país, que expresaron su profunda preocupación frente al avance de las apuestas en línea y sus consecuencias en comunidades, barrios y centros educativos. Este tipo de comunicados conjuntos no es frecuente dentro de la Pastoral Social, ya que, en muchos casos, los problemas tienen distinta magnitud según la región. Sin embargo, en esta ocasión hubo un consenso unánime para pronunciarse, dada la gravedad y el impacto de daño generalizado que las apuestas online tienen en todo el territorio.
En otra carta dirigida a la Vicepresidenta de la Nación con fecha del 10 de febrero de 2025 le expresábamos que “Lo que nosotros vemos en las provincias es que, en las escuelas de ciudades y pueblos, en los clubes y en tantos lugares, este flagelo no se detiene y, a costa del negocio de algunos inescrupulosos, estamos generando una sociedad de ludópatas, fomentando la cultura de la ‘timba y del azar’ en lugar de intensificar la cultura del trabajo. La publicidad de los sitios de apuestas está fomentando esta adicción. Se trata de una seductora propuesta que genera adictos a una enfermedad que pone en juego la vida. Y esto lo vemos permanente en nuestras comunidades”.
En fin, desde el espacio de la Pastoral Social hace ya varios años venimos viendo y advirtiendo de la gravedad de esta problemática. Coincidimos con el Observatorio Humanitario de la Cruz Roja Argentina en que “Las apuestas online se han expandido de manera acelerada en nuestro país, alcanzando a adolescentes y jóvenes con una intensidad preocupante. Se trata de un fenómeno que combina accesibilidad ilimitada, fuerte exposición publicitaria y riesgos económicos, psicológicos y sociales de gran magnitud”.
¿Por qué se produce este fenómeno de la expansión sin límites de las apuestas online?
Ya hemos escuchado a especialistas que han hecho distintos aportes sobre el tema. Pero, básicamente porque hay una sociedad que no solo lo permite, sino que lo promueve; que genera las condiciones, por acción o por omisión, para que esto suceda.
Podemos nombrar algunos “factores de riesgo” que potencian la problemática
– Entornos digitales tempranos. El acceso cada vez más precoz a dispositivos móviles incrementa la vulnerabilidad de los adolescentes. Según UNICEF, la edad promedio de acceso al primer celular propio es de 9 años. En estas etapas, el cerebro aún en desarrollo los hace más propensos a conductas impulsivas.
– Diseño adictivo de las plataformas. Las apuestas online no son neutras: están creadas para atrapar la atención a través de tecnologías, neurociencias y marketing digital. La lógica es clara: capturar tu atención para capturar tu dinero (o el de tu familia y amigos). La lucha es desigual: de un lado, niños, adolescentes o personas en situación de necesidad; del otro, equipos profesionales con recursos y estrategias sofisticadas para fomentar la dependencia. Paradójicamente, en estos entornos, casi nada ocurre “al azar”.
– Prácticas invisibles. A diferencia de un casino físico, donde la exposición es pública, las apuestas online suelen ocurrir en la clandestinidad: en una habitación, debajo del banco de un aula, en un baño o en un pasillo del barrio. Esta invisibilidad agrava el aislamiento físico, psíquico y emocional de los jóvenes, que quedan atrapados en una dinámica silenciosa y peligrosa.
– Ausencia de una legislación adecuada. La falta de normas claras y firmes facilita la expansión de este flagelo social, dejando a las nuevas generaciones desprotegidas frente a un mercado que avanza sin frenos.
En fin de todo lo que venimos escuchando nos queda claro que:
Las apuestas online no son un juego (y si lo son, son un juego bastante perverso)
No existe un “consumo saludable” en referencia a las apuestas online. De algún modo siempre nos van inclinando hacia una “zona de riesgo”. Si no nos producen algún daño en lo inmediato, nos predisponen a ello.
Sabemos que hay muchos daños asociados a las apuestas online: daños a nivel de las personas, de su salud psíquica, que en muchos casos llegan al extremo del suicidio; y también mucho daño en el tejido social; que, en el caso de nuestra sociedad, ya está bastante deteriorado.
No podemos dejar de tener presente que vivimos en el contexto de una sociedad muy rota, donde la magnitud del sufrimiento social es a veces inimaginable (o invisible). Donde una gran parte de la población no tiene en muchos casos lo básico para la supervivencia diaria.
En estos territorios devastados aparecen muchas veces lo que el Papa Francisco llamaba “los mercaderes de la muerte”: que en definitiva son los que hacen negocios y se benefician con la desgracia y la debilidad ajena.
Los “mercaderes de la muerte” actúan con más contundencia en los territorios que están al desamparo de la protección del Estado y al olvido de la sociedad en general (es el país que no miramos, o no queremos ver). Ahí tienen vía libre para actuar sin pudor, estableciendo su propia ley. Y en muchos casos, utilizando el circuito de las apuestas online para captar a sus víctimas: “como estás necesitado, quizás porque no tenés para comer, o para vestir, o para comprar un medicamento, te doy un “bono de bienvenida”. Pero al final, es la bienvenida al “infierno”, al abismo, a un mundo oscuro y sin salida, por el que muchas veces las víctimas van a tener que saldar la deuda pagando con su propia vida.
Aunque, sin duda, el daño que causan las “apuestas online” es transversal a toda la sociedad, a todas las regiones y estratos sociales.
En los pronunciamientos que hicimos desde la Pastoral Social sobre el tema, sugerimos algunas acciones concretas para mitigar y reducir los daños que está produciendo este flagelo. Muchos de ellos, coinciden con los aportes de otras organizaciones y/o especialistas en la temática. Están plasmados en el proyecto de ley.
Creo que aquí cabe hacernos la pregunta de fondo:
¿Qué tipo de país queremos ser? ¿Estamos los adultos dispuestos a asumir la responsabilidad de cuidar el tejido social, especialmente allí donde es más frágil? ¿Tenemos la decisión firme de generar entornos saludables que favorezcan el desarrollo integral de las personas? ¿Podemos aspirar a cierta coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos?
En muchos aspectos, pareciera que hemos abandonado el territorio común, ese espacio compartido imprescindible para nuestro desarrollo como personas y como sociedad. Y lo vamos erosionando, entre otras cosas, con mensajes contradictorios.
- Por un lado, les decimos a los jóvenes que deben esforzarse y estudiar; pero, al mismo tiempo, multiplicamos las propuestas que los invitan a “vivir de la timba”, con la ilusión engañosa de la vida fácil.
- Promovemos el deporte asociado a la vida saludable, pero lo utilizamos para difundir mensajes subliminales y dañinos, como la publicidad de las plataformas de apuestas en línea. ¡Qué desconcierto o tristeza produce ver a figuras deportivas —que se han ganado nuestra admiración y gratitud— convertirse en promotores del flagelo de las apuestas online!
- En las escuelas pedimos a los niños que se traten con respeto, que se valoren mutuamente, que sean amables y sinceros. Sin embargo, afuera de las aulas, la sociedad está impregnada de violencia y confrontación permanente. Naturalizamos la mentira y el insulto como formas habituales de trato. Después, nos sorprendemos de que proliferen fenómenos como el bullying o el ciberbullying (lo extraño sería que esto no sucediera, dado que los chicos no hacen más que replicar las conductas de los adultos).
Y a propósito de esto: en el proyecto de Ley se menciona que se van a elaborar unos “lineamientos pedagógicos” para que las instituciones educativas realicen jornadas educativas de sensibilización sobre la problemática de la ludopatía. ¡Atención! No hay que cargar sobre la escuela la tarea de reparar todo lo que la sociedad destruye a su alrededor. Las instituciones educativas pueden colaborar y hacer su aporte, pero no pueden hacer milagros. No pueden, por sí solas, enfrentar la violencia, el bullying, las adicciones o los déficits derivados del uso abusivo de dispositivos tecnológicos. Todo eso que se expande sin límites en el amplio espacio de la sociedad, la escuela por sí sola no puede contenerlo.
Es demasiado evidente y grotesco el mal que causa el circuito de las apuestas online. ¿Qué estaríamos esperando para reaccionar?
Hoy los niños, niñas y adolescentes, no la tienen fácil. Es un mundo complejo y en muchos sentidos hostil. Es difícil crecer, y es más difícil soñar. A muchos jóvenes les cuesta imaginar un futuro donde puedan realizarse en plenitud. Y somos los adultos, con nuestras decisiones, los que vamos creando estos entornos poco aptos para el desarrollo de la vida en todas sus dimensiones. Hemos perdido en muchos casos la visión de la “solidaridad intergeneracional”, la capacidad de pensar en los que vienen detrás (o incluso caminando al lado nuestro). Ahora parece que hay que pasarla bien a toda costa, aun cuando los que están al lado nuestro se caen al vacío y los que vienen detrás ya no pueden tener la esperanza de una vida digna.
Por eso es urgente que, desde una mirada integral, comencemos como sociedad a tomar decisiones que promuevan una verdadera Cultura del Cuidado, en especial hacia quienes son más vulnerables.