En Catamarca se busca la Esperanza a través de la Misericordia

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Casa de recuperación de chicos con problemas de adicciones

Dejarse abrazar por la misericordia de Dios para caminar en la esperanza

 De las tinieblas de las drogas a la luz de la esperanza

El pasado 26 de junio se conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, y en línea con la Pastoral Social nacional, la Pastoral Social y la Pastoral de Adicciones de la Diócesis de Catamarca emitieron un mensaje en el que expresan su preocupación por el avance de la droga y “la demanda de asistencia de familias profundamente afligidas, desbordadas y dañadas a causa de este flagelo”. En el mismo considera que “las acciones estatales, eclesiales y de otras organizaciones, no están siendo suficientes para la prevención, el acompañamiento y la recuperación de las adicciones”. Por tanto, afirma que “es necesario redoblar el compromiso”, con “la certeza de que ‘Jesús es nuestra esperanza’”.

Frente a esta realidad desafiante, nuestra Iglesia Diocesana viene trabajando de manera sostenida para que la misericordia de Dios abrace a tantos jóvenes atrapados por las adicciones, por medio de diversas acciones. Una de ellas floreció hace casi una década en un espacio rodeado de montañas, en el puesto denominado Los Molles, distante a 2 kilómetros y medio campo adentro, en el ingreso a la localidad de El Rodeo, en el departamento Ambato.

Allí, en medio de la naturaleza y el silencio, hace ya 18 años, el 10 de junio de 2017, vio la luz la casa de recuperación de jóvenes con adicciones, atendida por la Comunidad Cenáculo, con el apoyo de la Pastoral de las Adicciones Diocesana, y puesta bajo la protección de Nuestra Señora del Valle.

Su nacimiento se fue gestando en años anteriores, gracias al impulso y el empeño del padre Antonio Bulacio, ya fallecido, con el apoyo de nuestro padre obispo, Mons. Luis Urbanč, quien dispuso la cesión del terreno, y del Papa Francisco, quien aportó fondos para el inicio de la obra, que se hizo realidad en el Año Jubilar de la Misericordia. Justamente, fue llamada por Mons. Urbanč, el día de su inauguración, como “una obra de la misericordia de Dios” porque “ha habido personas, desde la Madre Elvira -religiosa fundadora de la Comunidad Cenáculo en Italia- y tantos otros, que han acompañado este proyecto y que lo siguen haciendo para que el plan de salvífico de Dios se vaya haciendo realidad”.

Desde entonces son muchas las historias que se fueron tejiendo con dolor, esfuerzo, sacrificio, perseverancia y mucha esperanza. Siempre unidos al Dios Providente y a la Madre Morenita de este Valle bendecido desde hace cuatro centurias por su presencia amorosa, reflejo del amor eterno del Dios Uno y Trino.

Pilares de la obra

La novedad de esta propuesta es que las personas afectadas por las adicciones pueden restablecer sus vidas con la fuerza de la oración, el trabajo y la vida comunitaria, mediante la acogida gratuita y el servicio hacia aquellos que, por la droga, viven una situación de confusión. La comunidad propone un estilo de vida simple, familiar, basado en el redescubrimiento de la oración, del trabajo (“ora et labora”), de la amistad verdadera, del sacrificio y de la fe en Jesús, vividos como dones esenciales. De esta forma se busca encontrar el sentido de la vida.

La comunidad es gratuita, no se paga. Existe una confianza total en la providencia de Dios, que se manifiesta a través de los amigos, las personas que los ayudan. Dios nunca les dejó faltar nada.

También es clave en rol de la familia en la recuperación de las personas adictas, son ellas las que acompañan a los chicos desde afuera. Se mantienen reuniones con ellos en las que van conversando, y los ayudan con su testimonio.

 

La Comunidad hoy

A lo largo de estos años, muchos chicos se dejaron mirar por Jesús y, como en la escena del Buen Samaritano que relata el Evangelio de Lucas 10,25-37, se dejaron ayudar y curar sus heridas encontrando una luz en el camino de oscuridad y sintiendo el abrazo misericordioso de Dios.

Pero, ¿cómo está la Comunidad hoy? Un motivo para contactarnos con Raúl Naury (34), oriundo de Paraguay, pero que llegó a nuestro país y vivió en Buenos Aires desde los 5 años, quien es el responsable de la Comunidad desde hace cuatro años, habiendo pasado antes por las casas de Pilar en la provincia de Buenos Aires, y de Brasil.

En la actualidad hay más de 20 chicos provenientes de Colombia, Paraguay y Argentina, entre ellos cuatro de Catamarca.

La oración y la presencia de Jesús Eucaristía

La vida de oración, particularmente mariana, es fundamental, rezan tres Rosarios por día, el primero a las 6.15; luego del almuerzo y un poquito de tiempo libre, “a las 13.30 tenemos el Rosario del Dolor; y a las 18.00, el tercer Rosario de la Gloria; a las 21.00 rezamos la Coronilla y nos vamos a dormir. El Rosario del Dolor se reza por nuestra Comunidad y por su responsable, y el Rosario de la Gloria por la intención de cada uno, el Rosario del Gozo, el primer misterio se reza por una intención libre, el segundo agradeciendo toda providencia material y espiritual que ingresa a nuestra Casa y por la paz en el mundo, el tercer misterio por el desapego de los bienes materiales, del dinero y de nosotros mismos, el cuarto por la santidad de Madre Elvira, fundadora de nuestra Comunidad, que ya falleció, y el quinto misterio por todas las personas que pasaron por la Comunidad y precisan de una oración”, detalló.

Asimismo, resaltó que “la oración nos mantiene y nos da fuerzas, por eso rezamos tres Rosarios por día, y tener a Jesús Eucaristía en cada casa es lo que nos transforma la vida; después, tener Misa todos los domingos, una buena confesión una o dos veces por mes, son los pilares básicos de nuestra Comunidad, la oración y la Eucaristía”.

“Es un camino, porque uno va buscando al Señor, día a día va encontrándose, no es de un día para el otro que ya creo, que ya sané. No, es una lucha diaria entre el bien y el mal, y si uno elige el bien lo encuentra en cada oración, en cada Rosario, uno se va sintiendo más libre. Y frente al Santísimo uno va descubriendo sus heridas, qué tiene que cambiar, qué le dolió en su vida para convertirse en adicto”, relató Raúl con mucha convicción.

 

El trabajo y la amistad verdadera

“Otro pilar es el trabajo porque somos personas que no tenemos una regularidad en nuestra vida, entonces el trabajo es una de las cosas más importantes para estar ocupados también nuestra cabeza, para no estar pensando mucho en el afuera”, destacó el encargado de la Comunidad en Catamarca, apuntando que “hoy estamos construyendo una nueva habitación porque hay más demanda, vienen más chicos. También estamos preparando la tierra para sembrar en septiembre, tomate, lechuga, cebolla de verdeo. Después tenemos mucho trabajo de leña, porque en invierno se necesita mucho, y todo lo que es el mantenimiento de la casa. Estamos criando dos lechoncitos que la Providencia nos regaló, y gallinas”.

Además, resaltó que “es importante la amistad verdadera, que es decirle al otro cara a cara lo que está mal para que pueda cambiar. Porque los drogadictos somos mentirosos, manipuladores, no admitimos lo que hacemos, cómo nos sentimos, ocultamos”.

El apoyo de las familias

El apoyo de las familias es muy necesario para la recuperación de los jóvenes que cayeron en las garras de la droga. En este sentido, indicó que “todas las familias tienen que acompañar, porque se hace un camino paralelo al del hijo, para ello están los coloquios. Es un camino que le propone la Comunidad a la familia, para que también ellos puedan sanar las heridas que nosotros hicimos, y sus propias heridas, porque muchas familias son muy golpeadas por la droga, la depresión. Con los coloquios se hace que se encuentren con Dios, tienen oración, rezan el Rosario, como lo hacemos nosotros”.

Por otra parte, puso de relieve el apoyo que reciben de personas generosas de la comunidad catamarqueña: “Tenemos un grupo de amigos que son personas que se dedican a hacer algún beneficio para ayudarnos con las cosas que nos falten, como combustible, los medicamentos si algún chico se enferma, toda la materia prima”.

 

El encuentro con Jesús y la conversión

El actual responsable de la Comunidad compartió su testimonio personal: “Siento que desde que conocí al Señor puedo afrontar la vida tal como es, no tengo miedo de llevar mi cruz. Cada vez que me arrodillo ante Él y pido, siento una fuerza impresionante que me ayuda a seguir, y así, cuando tengo una dificultad, le pido, me arrodillo todos los días. Después, cuando me siento mejor, también voy a agradecerle por el día vivido. Sin Él mi vida no sería nada, no tendría sentido, porque yo entré a la Comunidad porque no tenía más ganas de vivir, no tenía sentido mi vida, no me importaba nada, si comía, si estaba bien vestido, si estaba sucio. La Comunidad me enseñó a quererme, y Jesús me enseñó a poder sanar mis heridas y a vivir, me devolvió la vida”.

Raúl hizo un camino que le llevó mucho tiempo para estar hoy acompañando a otros chicos a lograr un cambio en sus vidas. Al respecto dijo que “el proceso en la Comunidad te pide tres años de camino y cuando uno lo termina, decide qué hacer, salir o donarse para poder ayudar a otras personas. Yo no me siento mejor ni por encima de los chicos que están acá, pero hoy me ponen en esta responsabilidad, porque necesitan que yo siga madurando, que siga siendo una persona más responsable, organizada, y en todo eso poder ayudar y darles fe a los chicos que recién entran para que pueden cambiar sus vidas”.

 

“Hoy puedo decir que yo también resucité”

Como reflexión final, el joven sentenció que “la droga, el consumo, la adicción, te quita todo en la vida, te quita la esperanza, la fe; y a la gente que está en ese mundo les digo que existe una vida sana, linda, que es muy muy difícil, porque en el camino de sanación se sufre. Jesús sufrió por nosotros en la cruz, dio su vida por todos nosotros, entonces no tengan miedo de sufrir ya que siempre después del sufrimiento está la resurrección. Jesús resucitó al tercer día y así resucitamos nosotros. Hoy, gracias a Dios, puedo decir que yo también resucité; pasé por todo eso, mi vida no tenía sentido, todo era oscuro, todo era malo, y hoy me siento con ganas de vivir y tengo una vida hermosa, con dificultades porque tengo una lucha todos los días, pero gracias a la fuerza de la oración puedo estar acá dando lo mejor”.

“En este año del Jubileo de la Esperanza, deseo darle esperanza a la gente, que si uno quiere se puede salir, y que es una vida hermosa, llena de luz, una vida que se puede vivir”.

La vida de esta Comunidad es un testimonio y un mensaje de esperanza, un oasis en el desierto de un mundo golpeado por las adicciones, que debemos ayudar a que siga floreciendo y dando frutos, unida a Jesús Eucaristía, con la fuerza de la oración y el amparo de Nuestra Madre del Valle.

 

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Los coloquios se hacen en la parroquia San José Obrero,

con sede en calle Santa Fe entre Ayacucho y

Pje. Vélez Sarsfield, barrio La Tablada, Capital,

los lunes, de 17.00 a 19.00.

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Acerca de la Comunidad Cenáculo

La Comunidad Cenáculo nació el 16 de julio de 1983, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, en la colina de Saluzzo (Cuneo, Italia), por iniciativa de Rita Petrozzi (Madre Elvira). Después de años de espera y oración, Madre Elvira recibió las llaves de una casa abandonada, que abrió para acoger a aquellos jóvenes, que veía vagar tristes y desilusionados por las calles ante las falsas propuestas del mundo, drogados y perdidos. Comenzó esta “aventura” sin seguros materiales, pero con la única gran certeza de la fidelidad de Dios y con la intuición profunda de que lo que buscaban estos jóvenes no era algo, sino Alguien: ¡el rostro del Padre! Eran cada vez más las personas que pedían ayuda, por lo que surgió la necesidad de abrir más casas, primero en Italia y después en diferentes países del mundo. Se abrió así, de par en par, un horizonte misionero inesperado y nunca programado. Con el pasar de los años, se formó un grupo de personas de varios países que, sostenidas por el mismo carisma inspirador, caminaban juntas “de las tinieblas a la Luz”. La primera aprobación de la autoridad eclesiástica como asociación de fieles tuvo lugar en la fiesta de Pentecostés de 1998. El 16 de julio de 2009, el Consejo Pontificio para los Laicos decretó el reconocimiento de la Comunidad Cenáculo como asociación internacional de fieles.

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