La reflexión de esta semana se enfoca a dos identidades institucionales que nos atraviesan: Como Iglesia, la Amistad Social y como País, el Federalismo. Agradecemos este aporte a Monseñor Roberto Álvarez, obispo de Rawson
Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Si cada uno vale tanto, hay que decir con claridad y firmeza que «el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad».81 Este es un principio elemental de la vida social que suele ser ignorado de distintas maneras por quienes sienten que no aporta a su cosmovisión o no sirve a sus fines
Fratelli Tutti 106
Esta formulación del Papa Francisco, pone en palabras lo que se espera cuando se unen el término de federalismo y amistad social. El principio constitucional que define la forma de gobierno -junto a representativo y republicano – como federal, sella en el acuerdo de país que hicimos y hacemos, que lo que venga de lugares alejados de las grandes orbes, de las instancias donde se concentran los poderes, debería incidir y definir el perfil de país; si somos de tal o cual modo, eso no debería representarse sólo en una calle con rascacielos, puentes colgantes iluminados ni con templos o catedrales centenarios. Un país es federal cuando las oportunidades y ofertas son realizables por cada uno de sus habitantes; cuando, por ejemplo, la energía que necesitas para prender a distancia el artefacto que pone agua en el canil de tu perro, no es en desmedro de mi río, sin el cual yo me quedo sin perros, sin río y sin vida.
Pero no hay ninguna ley que lo pueda dictaminar, si no hay un sentido de amistad, de cariño fraterno que me hace vivir la benevolencia, la reciprocidad y la comunicación; tres aspectos que Tomas de Aquino considera en la amistad en general. Sólo se entiende el federalismo cuando antes de pensar en el bien personal o regional, estamos preocupados por los más lejanos y olvidados, por hacerles el bien, lo mejor. Para eso hay que salir de escritorios lejanos, de estrategias citadinas donde lo “macro” huele a urgencias que el interior no tiene ni quiere vivir; hay que despertar en unos y otros un sentimiento de correspondencia para que todos entendamos que atrás de estilos, vestimentas o facciones diversas hay deseos y anhelos que sólo son posibles si los alcanzamos juntos. Y para eso hay que volver a escucharnos, a hacernos tiempo para que a tantos malentendidos y distancias, pongamos como antídoto la convicción que todos compartimos – acá o allá – el mismo terruño; lo elegimos cada día identificándonos con una bandera y una idiosincrasia, decidimos que nada de lo que pensemos, elijamos y construyamos puede causarle mal a otro por más que no lo vea o esté lejos.
Al fondo, al medio o adelante, nadie gana un partido solo y menos jugando en contra de otros de su equipo. Eso lo sabemos, ya lo hemos festejado tres veces…y el “todo” de esos jugadores de distintos rincones de la patria, sólo se hizo triunfo, cuando decidieron construir una amistad que trasciende contratos y reglamentos, renunciaron a individualidades y divismos; y pensaron el todo de la cancha teniendo en cuenta a todos sus compañeros…hasta el más alejado… porque también es argentino.










