Presentamos diferentes informes de diciembre de 2025 realizados por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina coordinados por el Dr Agustín Salvia
- Escenario Político Económico
- Capacidades de Consumo
- Privaciones estructurales en los hogares de la Argentina urbana – Partes 1, 2 y 3
Cada uno de ellos nos brindan enfoques sobre temas nucleares de nuestro país
INFORME I: NUEVO ESCENARIO POLÍTICO-ECONÓMICO: EN UNA
ARGENTINA EN TRANSICIÓN
❖ El agotamiento del régimen político-económico de la posconvertibilidad —basado en
expansión del consumo, creciente déficit fiscal y un régimen inflacionario
persistente— desembocó en una trampa macroeconómica y política que erosionó
progresivamente la capacidad estatal, productiva y distributiva. Este deterioro abrió
paso a un nuevo escenario político-económico libertario, orientado a la inversión
privada, la apertura comercial, el equilibrio fiscal y el sesgo exportador. El país transita
un proceso de reemplazo de régimen, en donde lo viejo está en retirada, pero lo nuevo
aún no logra consolidarse económica, institucional ni socialmente.
❖ En su fase inicial, este nuevo modelo se despliega mediante ajuste fiscal,
desregulación, liberalización de mercados, recorte de subsidios y apertura externa,
medidas que generan fuertes impactos sobre sectores productivos y laborales
dependientes de la protección del mercado interno. El resultado es una transición
inestable, con shocks redistributivos, caída del consumo y tensiones sobre el
entramado industrial-sustitutivo, mientras se busca atraer inversiones hacia sectores
competitivos y orientados a la exportación. La economía avanza hacia un
reordenamiento profundo, pero en un terreno socialmente frágil, cuyo principal cuello
de botella es la limitada para la generación de empleo de baja-media calificación que
ofrece el actual modelo productivo en conformación.
❖ Aun así, el nuevo régimen libertario exhibe logros macroeconómicos relevantes que
ordenan el frente fiscal y monetario: (1) reducción sustantiva de la inflación mensual,
tras la corrección inicial del shock de precios relativos; (2) equilibrio fiscal primario por
primera vez en más de una década; (3) recomposición de reservas, menor
incertidumbre cambiaria y mayor previsibilidad macro; (4) mejora en la inserción
internacional, con señales favorables en cadenas de energía, minería y agroindustria;
(5) reapertura de oportunidades de inversión, especialmente en sectores transables
orientados a exportación. Estos avances macroeconómicos no resuelven por sí solos
el deterioro social, pero configuran un piso de estabilidad que podría habilitar un ciclo
de crecimiento si logra traducirse en inversión productiva, empleo formal y mejoras
sostenidas del ingreso real.
❖ La estructura social actual refleja un largo proceso de fragmentación: la coexistencia
de tres argentinas poco articuladas entre sí, diferenciadas por nivel socioeconómico,
perfil cultural y vínculos con el mercado laboral. Hace tres décadas predominaba una
matriz con 50% de clases medias y alrededor de 20% de sectores pobres; hoy la
proporción se invierte hacia 40% de clases medias y más de 30% de sectores pobres,
consolidando brechas territoriales, educativas y laborales. Sin inversión sostenida en
capital humano, empleo formal y productividad, esta fragmentación tiende a
profundizarse, limitando la estabilidad política y la cohesión social.
❖ En este contexto, los indicadores de bienestar subjetivo, estrés social y percepciones
económicas muestran una sociedad, si bien en salida de una crisis profunda, aún
marcada por la incertidumbre: persisten niveles elevados de tensión emocional,
estrés económico y pesimismo respecto de la situación del país, aunque atenuados
por cierta expectativa de mejora personal futura. La “Argentina en transición” combina
signos de estabilización macroeconómica con malestares sociales latentes, que expresan los costos distributivos de la reestructuración en curso y la falta todavía de un horizonte claro sobre el nuevo modelo de desarrollo.
❖ Las mejoras recientes en los indicadores de ingresos y pobreza deben interpretarse
con cautela por dos factores clave: (1) en 2024–2025 las encuestas oficiales muestran
una mayor captación de ingresos laborales y no laborales (comparando con datos de
registros u otras encuestas), lo que altera comparaciones interanuales; (2) el cambio
en la estructura de precios relativos —particularmente tarifas y servicios— redefine la
canasta efectiva de consumos no alimentarios. Por eso, aunque la inflación se modera, y caen los indicadores de privaciones económicas severas (p.e. inseguridad alimentaria, estrés económico, etc.), los hogares no necesariamente perciben una
mejora equivalente en su capacidad adquisitiva.
INFORME II: BALANCE DE LAS CAPACIDADES DE CONSUMO EN LA
ARGENTINA URBANA A TRAVÉS DE LAS PRIVACIONES MONETARIAS
Y ESTRÉS ECONÓMICO
❖ La evolución de la indigencia y la pobreza por ingresos —junto con el estrés económico
y la capacidad de ahorro— muestra un deterioro marcado en 2023-2024 y una
recuperación destacable en 2024-2025. Estas mejoras se concentran en los sectores
más vulnerables, pero también en los sectores medios bajos, los cuales presentan una
recuperación más significativa.
❖ Las medidas monetarias e indirectas tienden a mostrar mejoras más marcadas que
los indicadores perceptuales y directos, lo que sugiere que la reducción reciente de la
pobreza podría estar sobreestimada, aunque la caída de la indigencia se confirma
también desde otros indicadores.
❖ Sin embargo, las desigualdades estructurales persisten: los estratos socioeducativos
más bajos siguen siendo los más afectados, pero también se observa un deterioro
significativo en sectores medios. El 25% superior permanece prácticamente inmune a
las privaciones económicas. En el período reciente, la pobreza mejora más que el
estrés económico: algunos hogares tienen más ingresos, pero no necesariamente
mayor capacidad de consumo ni menor tensión financiera.
❖ El seguimiento panel muestra que alrededor de un tercio de la población permanece
en pobreza o estrés económico crónico, evidencia de un problema estructural
concentrado en el 25–50% inferior de la estructura social. Aunque entre 2024 y 2025
hubo más hogares que mejoraron que los que empeoraron, la cronicidad limita la
capacidad de movilidad y consolidación del bienestar.
❖ La reducción de la pobreza reciente se explica fundamentalmente por la
desaceleración inflacionaria y la recuperación parcial de ingresos, mientras que la
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caída de la indigencia está fuertemente asociada al impacto de los programas de
transferencias de ingresos (AUH, Tarjeta Alimentar y otras). Sin estas políticas, la tasa
de indigencia prácticamente se duplicaría, incluso en el escenario actual.
❖ En cuanto a las expectativas, los sectores más bajos son quienes más perciben un
deterioro intergeneracional (“estar peor que sus padres”), pero al mismo tiempo
manifiestan altas expectativas positivas respecto del futuro de sus hijos. A nivel
coyuntural, el pesimismo sobre la economía del país aumenta cuanto más bajo es el
estrato, aunque los hogares suelen ser menos negativos respecto de su propia
situación personal, lo que se interpreta como un elemento a presentar “por la
positiva”.
INFORME III: ESTRÉS SOCIAL Y PRIVACIONES ESTRUCTURALES EN
LOS HOGARES DE LA ARGENTINA URBANA
❖ Tras el fuerte deterioro de fines de 2023 y comienzos de 2024, se observan en 2025
mejoras parciales en la inseguridad alimentaria y en el acceso a recursos básicos de
salud. La recuperación alimentaria responde principalmente a la recomposición de
ingresos reales y al hecho de que los precios de los alimentos comenzaron a crecer
por debajo de la inflación general. A esto se suma el aumento en los montos de las
transferencias de ingresos dirigidas a hogares vulnerables, especialmente aquellos
con niños, que funcionaron como amortiguador inmediato frente a la crisis.
❖ Sin embargo, estas mejoras no revierten el deterioro acumulado del período 2018
2024: los niveles actuales de inseguridad alimentaria total y severa se mantienen muy
elevados en términos históricos, sin regresar siquiera a los niveles ya críticos de años
previos. La estructura de privaciones directas revela un proceso de cronicidad y
resiliencia negativa en los hogares de menor nivel socioeconómico, donde la
inseguridad alimentaria supera el 50% en los peores momentos del ciclo reciente.
❖ Persisten brechas significativas entre perfiles de vulnerabilidad, con señales
preocupantes en grupos que solían exhibir menor deterioro. Los hogares sin niños, por
ejemplo, muestran un empeoramiento relativo sostenido, probablemente vinculado a
la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones contributivas. Ello
evidencia que la recuperación de ingresos no es homogénea y que ciertos grupos
quedan más expuestos ante shocks inflacionarios o ajustes en los sistemas de
protección.
❖ En lo que refiere al acceso a recursos de salud, 2025 muestra una mejora respecto del
año anterior, pero en un contexto de tendencia ascendente de déficit desde 2018. La
recuperación es limitada: persisten barreras económicas para acceder a atención
médica, odontológica y medicamentos, especialmente entre hogares de estratos bajo
y muy bajo. La situación se agrava en personas mayores y hogares sin niños, donde se
observa una combinación de erosión de ingresos previsionales y creciente necesidad
de cuidados.
❖ Finalmente, el déficit de afiliación a la seguridad social —indicador directo de
informalidad y exclusión del sistema contributivo— permanece prácticamente
inalterado en los sectores más vulnerables. Esto confirma que la reciente reducción
de la pobreza por ingresos no ha ido acompañada de una mejora en la integración
laboral ni en la cobertura previsional. La informalidad estructural sigue siendo un
núcleo duro que limita la estabilidad del bienestar y la capacidad de los hogares para
acceder a protección frente a riesgos sociales y económicos.
INFORME IV: ESTRÉS SOCIAL Y PRIVACIONES ESTRUCTURALES EN
LOS HOGARES DE LA ARGENTINA URBANA
❖ Entre 2024 y 2025 se observa un aumento de la intensidad del malestar psicológico,
con un pico durante la crisis 2023–2024 y una leve mejora en 2025, aunque sin retornar
a los niveles previos al shock económico e institucional. La prevalencia de
sintomatología ansiosa y depresiva continúa elevada, especialmente entre quienes
enfrentan situaciones económicas críticas o mayores niveles de incertidumbre.
❖ Desde 2010 hasta 2025 persisten amplias brechas socioeconómicas: el malestar
psicológico es sistemáticamente el doble en los estratos de menores recursos
socioeducativos respecto de los sectores medios. No obstante, desde 2022 se registra
un fenómeno nuevo: un aumento significativo del malestar en las clases medias,
asociado al deterioro de expectativas, la pérdida de estabilidad laboral y el sentimiento
de movilidad descendente.
❖ El análisis de trayectorias confirma una dinámica cíclica: durante el período de ajuste
2023–2024, predomina el empeoramiento del bienestar emocional, mientras que en la
fase de mayor estabilidad 2024–2025 se registran mejoras, sobre todo en los estratos
medios. Sin embargo, la cronicidad del malestar psicológico se mantiene alta en los
sectores de menor NSE, donde las condiciones materiales limitan la capacidad de
recuperación emocional incluso ante mejoras coyunturales.
❖ El malestar psicológico aparece fuertemente asociado al estrés económico, con una
prevalencia mucho mayor entre personas que viven en hogares con insuficiencia de
ingresos o inestabilidad laboral. Esta relación también se expresa territorialmente:
quienes residen en barrios con inseguridad vinculada al narcomenudeo presentan un
deterioro emocional mayor, fenómeno particularmente visible en sectores medios
expuestos a procesos de degradación urbana y pérdida de control comunitario.
❖ Las desigualdades de género atraviesan todo el período: las mujeres que han
atravesado situaciones de violencia presentan niveles extremadamente altos de
malestar psicológico, independientemente de su condición económica. La
persistencia de síntomas ansiosos, depresivos y de estrés postraumático en este
grupo confirma que la violencia de género opera como un factor crítico de deterioro
del bienestar subjetivo, con efectos estructurales más allá del ciclo económico.










