Carta de los obispos tucumanos sobre las hermanas y hermanos trans

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CARTA SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LA DIGNIDAD HUMANA.

Los obispos de la Arquidiócesis de Tucumán, de la Diócesis de La Santísima Concepción y de la Prelatura de Cafayate, a quienes nos toca pastorear al Pueblo santo de Dios que peregrina en el territorio de la provincia de Tucumán, queremos expresar con todo respeto y claridad a la comunidad católica y a las personas de buena voluntad el pensar, el querer y el actuar de la Iglesia respecto a la “dignidad infinita del ser humano”. «Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Dignitas Infinita, 1).

La Iglesia en Tucumán desde hace muchos años atiende, contiene y acompaña, tanto personal como grupalmente, la realidad de hermanos y hermanas trans* y en muchas situaciones de vulnerabilidad, buscando siempre el amor, la misericordia, la inclusión, la dignificación…, abrazando la vida como viene en todas las circunstancias y contextos.

El Papa Francisco nos enseña que un “desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer… Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir, pero no separar» Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada» (Amoris Laetitia, 56).

También el Papa Francisco recordaba que «Tampoco se puede ignorar que, en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación. Es verdad que no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar. Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido. (Amoris Laetitia, 286). Lo que realmente nos preocupa es que se pueda de alguna manera inducir a niños y adolescentes con tratamientos irreversibles que todavía no están aptos para recibir. Debiendo predominar la “libertad responsable”, la bioética enseña que niños y adolescentes gozan de la misma, aunque limitada, por carecer de la madurez que les permita tomar decisiones que comprometen su vida a futuro, ya que su identidad se encuentra en formación y no pueden consentir válidamente decisiones médicas que puedan resultar irreversibles.

Los adultos debemos cuidar y proteger a los niños y adolescentes ayudándolos a integrar su experiencia afectiva y corporal y custodiar su desarrollo integral, entendiendo la naturaleza humana “como persona sexuada que es totalidad bio-psico-socio-espiritual. Consideramos que el “principio de precaución”, aplicado junto al principio de “primero no hacer daño”, impone ser prevenidos y abstenerse de intervenciones que en virtud de los derechos humanos y los derechos sexuales puedan contradecir los derechos de los niños y adolescentes que priman sobre todo otro derecho. El mayor servicio que se puede hacer a un niño que presenta incongruencia de género es el de la escucha y el acompañamiento en verdad y responsabilidad. Una y otra se necesitan mutuamente, una y otra deben actuar al unísono.

Invitamos a la comunidad católica, a sus instituciones, asociaciones y movimientos a una actitud pastoral inspirada en la escucha, la empatía y la misericordia. A recibir en la caridad fraterna y acompañar a las familias que viven estas situaciones difíciles. A las personas de buena voluntad, a vivir con dignidad la vida con todos los desafíos que hoy se presentan; y a dignificar a cada ser humano, por medio del respeto, el diálogo, la comprensión, la paciencia; especialmente el amor fraternal con todos, sin excepción.

El Jubileo de la Esperanza nos invita a ser pacientes en medio de las tribulaciones y a esperar contra toda esperanza, porque sabemos que “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.” (Rom 5,1-5)

Con nuestro amor de padres y pastores. Mons. Carlos Alberto Sánchez Arzobispo de Tucumán Mons. Roberto José Ferrari Obispo Auxiliar de Tucumán. Mons. José Antonio Díaz Obispo de la Santísima Concepción Mons. Fr. Darío Rubén Quintana OAR Obispo de la Prelatura de Cafayate