Los pobres tienen nombre
Cuando hablamos de Los pobres y de los mendigos los generalizamos. Cuesta pensar que tienen o tuvieron una familia, una vivencia ¡un nombre!
En la puerta de una iglesia importante, con una imponente construcción duerme alguien. Se pone con la cabeza entre las piernas, una de esas piernas tiene una infección muy grande en donde rondan moscas. Ahí cerca deja una gorra sucia para que le dejen «algo.
Una mujer que había ido a misa se detuvo ante esta persona, le dijo buen día …ahí sacó la cabeza que tenía abrazada con sus brazos y apoyada en sus rodillas.
Era una mujer, con el pelo largo, sucio y revuelto, la mirada vencida y solo balbuceó para responder al saludo.
Le tomó la mano también lastimada, sucias, avejentada.
Le dio una barrita de cereal que miró con desconfianza.
Le preguntó por su nombre y allí respondió con claridad y una especie de sonrisa …Cecilia…
Esa mujer tiene historia, identidad y nombre …es Cecilia, no es sólo una mendiga, una mujer pobre.

Es Cecilia a quien Jesús ama y nos pide que en su carne débil, sucia, herida veamos su propia carne sufriente.
León XIV en Dilexit Te afirma que Cristo dice a cada pobre «No tienes poder ni fuerza, pero yo te he amado«.
Destaca que «la dignidad de cada persona debe ser respetada ahora, no mañana» y que en cada pobre «es Cristo mismo quien llama a las puertas de la comunidad».
Cecilia sigue en las escaleras de entrada de ese templo, quien se detiene ante ella, se detiene ante Cristo, aunque la herida de la pierna, las moscas y su imagen improlija nos inviten a pasar de largo.












